Felice Varini

Opening de nuestro nuevo espacio en Menorca

Opening de nuestro nuevo espacio en Menorca,
Albarrán Bourdais se complace en anunciar la inauguración, el próximo 6 de julio, de su nueva galería en Mahón, Menorca. El espacio, localizado en una gran casa señorial frente al Teatro Principal de Mahón, abrirá sus puertas con una gran exposición dedicada al artista suizo Felice Varini. El proyecto surge como continuación a la labor iniciada hace 20 años por Eva Albarrán y Christian Bourdais de acercar el arte contemporáneo y la arquitectura a la sociedad. Ofreciendo a los artistas las mejores posibilidades de experimentación y de exposición, buscando ampliar la experiencia del espectador mostrando arte contemporáneo en espacios más allá del cubo blanco. Celebrado como uno de los pioneros en el estudio de la geometría y el color, el artista suizo Felice Varini trabaja sobre el espacio y la arquitectura a través de la percepción, con un estilo desarrollado a finales de los años 70 influenciado por las creaciones in situ de Daniel Buren y los grandes dibujos murales de Sol LeWitt. Para sus obras, el artista utiliza como lienzo espacios arquitectónicos y urbanos como calles, edificios y monumentos públicos tanto en interiores como exteriores, estableciendo un diálogo permanente entre el lugar de su creación y su percepción.
De repente nos encontramos en un mundo sin horizonte ya que el regreso de Varini a la pintura se produjo con el beneficio de esta experiencia. Sintiéndose limitado por el formato y la superficie plana del lienzo, comenzó a buscar el campo de acción ideal, orientando su búsqueda hacia el espacio arquitectónico y los paisajes urbanos. Buscan- do un enfoque Óptico y Cinético, la multitud de ángulos posibles permiten a Varini sentir que es móvil, poner sus obras pintadas y fotográficas «en movimiento”. No debemos pasar por alto la función de la fotografía, para Varini, como documento, sin duda parcial, pero capaz de estar disponible incluso después de que el acontecimiento que documenta haya terminado. La colaboración con fotógrafos permite que las imágenes de la obra del artista circulen, a través de publicaciones. Sus fotos, como diría Daniel Buren, “dan testimonio de la aparición de la obraen una situación determinada. La obra site-specific, que hace del tiempo y el lugar de su exposición parte de su propia razón de ser, también implica este tipo de discurso, relacionado con el estatus y la existencia de la obra”. En el trabajo del artista existe, igualmente, una intensa relación con la teoría de la perspectiva fenomenológica desarrollada por el filósofo Maurice Merleau-Ponty, en donde la percepción no es simplemente la imagen especular de las cosas sino la visión suspendida al movimiento. No se trata sólo del espacio representado sino de la capacidad de explorar lo espacial como experiencia de percepción, mediante la participación activa del espectador. Aquí es donde se revela la verdadera calidad de la obra de Felice Varini y es precisamente, por esta razón, por la que sus espacios pictóricos tienen un impacto tan fuerte en el espectador que experimenta sobre todo una cosa, una intensificación de su conciencia de la existencia en el espacio. Varini exige lo más difícil de si mismo y de su espectador: soportar la incertidumbre sin red de seguridad, sin creer en la apariencia de las líneas de conexión, aunque estén grabadas en piedra.
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Albarrán Bourdais se complace en anunciar la inauguración, el próximo 6 de julio, de su nueva galería en Mahón, Menorca. El espacio, localizado en una gran casa señorial frente al Teatro Principal de Mahón, abrirá sus puertas con una gran exposición dedicada al artista suizo Felice Varini. El proyecto surge como continuación a la labor iniciada hace 20 años por Eva Albarrán y Christian Bourdais de acercar el arte contemporáneo y la arquitectura a la sociedad. Ofreciendo a los artistas las mejores posibilidades de experimentación y de exposición, buscando ampliar la experiencia del espectador mostrando arte contemporáneo en espacios más allá del cubo blanco. Celebrado como uno de los pioneros en el estudio de la geometría y el color, el artista suizo Felice Varini trabaja sobre el espacio y la arquitectura a través de la percepción, con un estilo desarrollado a finales de los años 70 influenciado por las creaciones in situ de Daniel Buren y los grandes dibujos murales de Sol LeWitt. Para sus obras, el artista utiliza como lienzo espacios arquitectónicos y urbanos como calles, edificios y monumentos públicos tanto en interiores como exteriores, estableciendo un diálogo permanente entre el lugar de su creación y su percepción.
De repente nos encontramos en un mundo sin horizonte ya que el regreso de Varini a la pintura se produjo con el beneficio de esta experiencia. Sintiéndose limitado por el formato y la superficie plana del lienzo, comenzó a buscar el campo de acción ideal, orientando su búsqueda hacia el espacio arquitectónico y los paisajes urbanos. Buscan- do un enfoque Óptico y Cinético, la multitud de ángulos posibles permiten a Varini sentir que es móvil, poner sus obras pintadas y fotográficas «en movimiento”. No debemos pasar por alto la función de la fotografía, para Varini, como documento, sin duda parcial, pero capaz de estar disponible incluso después de que el acontecimiento que documenta haya terminado. La colaboración con fotógrafos permite que las imágenes de la obra del artista circulen, a través de publicaciones. Sus fotos, como diría Daniel Buren, “dan testimonio de la aparición de la obraen una situación determinada. La obra site-specific, que hace del tiempo y el lugar de su exposición parte de su propia razón de ser, también implica este tipo de discurso, relacionado con el estatus y la existencia de la obra”. En el trabajo del artista existe, igualmente, una intensa relación con la teoría de la perspectiva fenomenológica desarrollada por el filósofo Maurice Merleau-Ponty, en donde la percepción no es simplemente la imagen especular de las cosas sino la visión suspendida al movimiento. No se trata sólo del espacio representado sino de la capacidad de explorar lo espacial como experiencia de percepción, mediante la participación activa del espectador. Aquí es donde se revela la verdadera calidad de la obra de Felice Varini y es precisamente, por esta razón, por la que sus espacios pictóricos tienen un impacto tan fuerte en el espectador que experimenta sobre todo una cosa, una intensificación de su conciencia de la existencia en el espacio. Varini exige lo más difícil de si mismo y de su espectador: soportar la incertidumbre sin red de seguridad, sin creer en la apariencia de las líneas de conexión, aunque estén grabadas en piedra.
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De repente nos encontramos en un mundo sin horizonte ya que el regreso de Varini a la pintura se produjo con el beneficio de esta experiencia. Sintiéndose limitado por el formato y la superficie plana del lienzo, comenzó a buscar el campo de acción ideal, orientando su búsqueda hacia el espacio arquitectónico y los paisajes urbanos. Buscan- do un enfoque Óptico y Cinético, la multitud de ángulos posibles permiten a Varini sentir que es móvil, poner sus obras pintadas y fotográficas «en movimiento”. No debemos pasar por alto la función de la fotografía, para Varini, como documento, sin duda parcial, pero capaz de estar disponible incluso después de que el acontecimiento que documenta haya terminado. La colaboración con fotógrafos permite que las imágenes de la obra del artista circulen, a través de publicaciones. Sus fotos, como diría Daniel Buren, “dan testimonio de la aparición de la obraen una situación determinada. La obra site-specific, que hace del tiempo y el lugar de su exposición parte de su propia razón de ser, también implica este tipo de discurso, relacionado con el estatus y la existencia de la obra”. En el trabajo del artista existe, igualmente, una intensa relación con la teoría de la perspectiva fenomenológica desarrollada por el filósofo Maurice Merleau-Ponty, en donde la percepción no es simplemente la imagen especular de las cosas sino la visión suspendida al movimiento. No se trata sólo del espacio representado sino de la capacidad de explorar lo espacial como experiencia de percepción, mediante la participación activa del espectador. Aquí es donde se revela la verdadera calidad de la obra de Felice Varini y es precisamente, por esta razón, por la que sus espacios pictóricos tienen un impacto tan fuerte en el espectador que experimenta sobre todo una cosa, una intensificación de su conciencia de la existencia en el espacio. Varini exige lo más difícil de si mismo y de su espectador: soportar la incertidumbre sin red de seguridad, sin creer en la apariencia de las líneas de conexión, aunque estén grabadas en piedra.
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De repente nos encontramos en un mundo sin horizonte ya que el regreso de Varini a la pintura se produjo con el beneficio de esta experiencia. Sintiéndose limitado por el formato y la superficie plana del lienzo, comenzó a buscar el campo de acción ideal, orientando su búsqueda hacia el espacio arquitectónico y los paisajes urbanos. Buscan- do un enfoque Óptico y Cinético, la multitud de ángulos posibles permiten a Varini sentir que es móvil, poner sus obras pintadas y fotográficas «en movimiento”. No debemos pasar por alto la función de la fotografía, para Varini, como documento, sin duda parcial, pero capaz de estar disponible incluso después de que el acontecimiento que documenta haya terminado. La colaboración con fotógrafos permite que las imágenes de la obra del artista circulen, a través de publicaciones. Sus fotos, como diría Daniel Buren, “dan testimonio de la aparición de la obraen una situación determinada. La obra site-specific, que hace del tiempo y el lugar de su exposición parte de su propia razón de ser, también implica este tipo de discurso, relacionado con el estatus y la existencia de la obra”. En el trabajo del artista existe, igualmente, una intensa relación con la teoría de la perspectiva fenomenológica desarrollada por el filósofo Maurice Merleau-Ponty, en donde la percepción no es simplemente la imagen especular de las cosas sino la visión suspendida al movimiento. No se trata sólo del espacio representado sino de la capacidad de explorar lo espacial como experiencia de percepción, mediante la participación activa del espectador. Aquí es donde se revela la verdadera calidad de la obra de Felice Varini y es precisamente, por esta razón, por la que sus espacios pictóricos tienen un impacto tan fuerte en el espectador que experimenta sobre todo una cosa, una intensificación de su conciencia de la existencia en el espacio. Varini exige lo más difícil de si mismo y de su espectador: soportar la incertidumbre sin red de seguridad, sin creer en la apariencia de las líneas de conexión, aunque estén grabadas en piedra.
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De repente nos encontramos en un mundo sin horizonte ya que el regreso de Varini a la pintura se produjo con el beneficio de esta experiencia. Sintiéndose limitado por el formato y la superficie plana del lienzo, comenzó a buscar el campo de acción ideal, orientando su búsqueda hacia el espacio arquitectónico y los paisajes urbanos. Buscan- do un enfoque Óptico y Cinético, la multitud de ángulos posibles permiten a Varini sentir que es móvil, poner sus obras pintadas y fotográficas «en movimiento”. No debemos pasar por alto la función de la fotografía, para Varini, como documento, sin duda parcial, pero capaz de estar disponible incluso después de que el acontecimiento que documenta haya terminado. La colaboración con fotógrafos permite que las imágenes de la obra del artista circulen, a través de publicaciones. Sus fotos, como diría Daniel Buren, “dan testimonio de la aparición de la obraen una situación determinada. La obra site-specific, que hace del tiempo y el lugar de su exposición parte de su propia razón de ser, también implica este tipo de discurso, relacionado con el estatus y la existencia de la obra”. En el trabajo del artista existe, igualmente, una intensa relación con la teoría de la perspectiva fenomenológica desarrollada por el filósofo Maurice Merleau-Ponty, en donde la percepción no es simplemente la imagen especular de las cosas sino la visión suspendida al movimiento. No se trata sólo del espacio representado sino de la capacidad de explorar lo espacial como experiencia de percepción, mediante la participación activa del espectador. Aquí es donde se revela la verdadera calidad de la obra de Felice Varini y es precisamente, por esta razón, por la que sus espacios pictóricos tienen un impacto tan fuerte en el espectador que experimenta sobre todo una cosa, una intensificación de su conciencia de la existencia en el espacio. Varini exige lo más difícil de si mismo y de su espectador: soportar la incertidumbre sin red de seguridad, sin creer en la apariencia de las líneas de conexión, aunque estén grabadas en piedra.
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De repente nos encontramos en un mundo sin horizonte ya que el regreso de Varini a la pintura se produjo con el beneficio de esta experiencia. Sintiéndose limitado por el formato y la superficie plana del lienzo, comenzó a buscar el campo de acción ideal, orientando su búsqueda hacia el espacio arquitectónico y los paisajes urbanos. Buscan- do un enfoque Óptico y Cinético, la multitud de ángulos posibles permiten a Varini sentir que es móvil, poner sus obras pintadas y fotográficas «en movimiento”. No debemos pasar por alto la función de la fotografía, para Varini, como documento, sin duda parcial, pero capaz de estar disponible incluso después de que el acontecimiento que documenta haya terminado. La colaboración con fotógrafos permite que las imágenes de la obra del artista circulen, a través de publicaciones. Sus fotos, como diría Daniel Buren, “dan testimonio de la aparición de la obraen una situación determinada. La obra site-specific, que hace del tiempo y el lugar de su exposición parte de su propia razón de ser, también implica este tipo de discurso, relacionado con el estatus y la existencia de la obra”. En el trabajo del artista existe, igualmente, una intensa relación con la teoría de la perspectiva fenomenológica desarrollada por el filósofo Maurice Merleau-Ponty, en donde la percepción no es simplemente la imagen especular de las cosas sino la visión suspendida al movimiento. No se trata sólo del espacio representado sino de la capacidad de explorar lo espacial como experiencia de percepción, mediante la participación activa del espectador. Aquí es donde se revela la verdadera calidad de la obra de Felice Varini y es precisamente, por esta razón, por la que sus espacios pictóricos tienen un impacto tan fuerte en el espectador que experimenta sobre todo una cosa, una intensificación de su conciencia de la existencia en el espacio. Varini exige lo más difícil de si mismo y de su espectador: soportar la incertidumbre sin red de seguridad, sin creer en la apariencia de las líneas de conexión, aunque estén grabadas en piedra.
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De repente nos encontramos en un mundo sin horizonte ya que el regreso de Varini a la pintura se produjo con el beneficio de esta experiencia. Sintiéndose limitado por el formato y la superficie plana del lienzo, comenzó a buscar el campo de acción ideal, orientando su búsqueda hacia el espacio arquitectónico y los paisajes urbanos. Buscan- do un enfoque Óptico y Cinético, la multitud de ángulos posibles permiten a Varini sentir que es móvil, poner sus obras pintadas y fotográficas «en movimiento”. No debemos pasar por alto la función de la fotografía, para Varini, como documento, sin duda parcial, pero capaz de estar disponible incluso después de que el acontecimiento que documenta haya terminado. La colaboración con fotógrafos permite que las imágenes de la obra del artista circulen, a través de publicaciones. Sus fotos, como diría Daniel Buren, “dan testimonio de la aparición de la obraen una situación determinada. La obra site-specific, que hace del tiempo y el lugar de su exposición parte de su propia razón de ser, también implica este tipo de discurso, relacionado con el estatus y la existencia de la obra”. En el trabajo del artista existe, igualmente, una intensa relación con la teoría de la perspectiva fenomenológica desarrollada por el filósofo Maurice Merleau-Ponty, en donde la percepción no es simplemente la imagen especular de las cosas sino la visión suspendida al movimiento. No se trata sólo del espacio representado sino de la capacidad de explorar lo espacial como experiencia de percepción, mediante la participación activa del espectador. Aquí es donde se revela la verdadera calidad de la obra de Felice Varini y es precisamente, por esta razón, por la que sus espacios pictóricos tienen un impacto tan fuerte en el espectador que experimenta sobre todo una cosa, una intensificación de su conciencia de la existencia en el espacio. Varini exige lo más difícil de si mismo y de su espectador: soportar la incertidumbre sin red de seguridad, sin creer en la apariencia de las líneas de conexión, aunque estén grabadas en piedra.
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De repente nos encontramos en un mundo sin horizonte ya que el regreso de Varini a la pintura se produjo con el beneficio de esta experiencia. Sintiéndose limitado por el formato y la superficie plana del lienzo, comenzó a buscar el campo de acción ideal, orientando su búsqueda hacia el espacio arquitectónico y los paisajes urbanos. Buscan- do un enfoque Óptico y Cinético, la multitud de ángulos posibles permiten a Varini sentir que es móvil, poner sus obras pintadas y fotográficas «en movimiento”. No debemos pasar por alto la función de la fotografía, para Varini, como documento, sin duda parcial, pero capaz de estar disponible incluso después de que el acontecimiento que documenta haya terminado. La colaboración con fotógrafos permite que las imágenes de la obra del artista circulen, a través de publicaciones. Sus fotos, como diría Daniel Buren, “dan testimonio de la aparición de la obraen una situación determinada. La obra site-specific, que hace del tiempo y el lugar de su exposición parte de su propia razón de ser, también implica este tipo de discurso, relacionado con el estatus y la existencia de la obra”. En el trabajo del artista existe, igualmente, una intensa relación con la teoría de la perspectiva fenomenológica desarrollada por el filósofo Maurice Merleau-Ponty, en donde la percepción no es simplemente la imagen especular de las cosas sino la visión suspendida al movimiento. No se trata sólo del espacio representado sino de la capacidad de explorar lo espacial como experiencia de percepción, mediante la participación activa del espectador. Aquí es donde se revela la verdadera calidad de la obra de Felice Varini y es precisamente, por esta razón, por la que sus espacios pictóricos tienen un impacto tan fuerte en el espectador que experimenta sobre todo una cosa, una intensificación de su conciencia de la existencia en el espacio. Varini exige lo más difícil de si mismo y de su espectador: soportar la incertidumbre sin red de seguridad, sin creer en la apariencia de las líneas de conexión, aunque estén grabadas en piedra.
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De repente nos encontramos en un mundo sin horizonte ya que el regreso de Varini a la pintura se produjo con el beneficio de esta experiencia. Sintiéndose limitado por el formato y la superficie plana del lienzo, comenzó a buscar el campo de acción ideal, orientando su búsqueda hacia el espacio arquitectónico y los paisajes urbanos. Buscan- do un enfoque Óptico y Cinético, la multitud de ángulos posibles permiten a Varini sentir que es móvil, poner sus obras pintadas y fotográficas «en movimiento”. No debemos pasar por alto la función de la fotografía, para Varini, como documento, sin duda parcial, pero capaz de estar disponible incluso después de que el acontecimiento que documenta haya terminado. La colaboración con fotógrafos permite que las imágenes de la obra del artista circulen, a través de publicaciones. Sus fotos, como diría Daniel Buren, “dan testimonio de la aparición de la obraen una situación determinada. La obra site-specific, que hace del tiempo y el lugar de su exposición parte de su propia razón de ser, también implica este tipo de discurso, relacionado con el estatus y la existencia de la obra”. En el trabajo del artista existe, igualmente, una intensa relación con la teoría de la perspectiva fenomenológica desarrollada por el filósofo Maurice Merleau-Ponty, en donde la percepción no es simplemente la imagen especular de las cosas sino la visión suspendida al movimiento. No se trata sólo del espacio representado sino de la capacidad de explorar lo espacial como experiencia de percepción, mediante la participación activa del espectador. Aquí es donde se revela la verdadera calidad de la obra de Felice Varini y es precisamente, por esta razón, por la que sus espacios pictóricos tienen un impacto tan fuerte en el espectador que experimenta sobre todo una cosa, una intensificación de su conciencia de la existencia en el espacio. Varini exige lo más difícil de si mismo y de su espectador: soportar la incertidumbre sin red de seguridad, sin creer en la apariencia de las líneas de conexión, aunque estén grabadas en piedra.
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De repente nos encontramos en un mundo sin horizonte ya que el regreso de Varini a la pintura se produjo con el beneficio de esta experiencia. Sintiéndose limitado por el formato y la superficie plana del lienzo, comenzó a buscar el campo de acción ideal, orientando su búsqueda hacia el espacio arquitectónico y los paisajes urbanos. Buscan- do un enfoque Óptico y Cinético, la multitud de ángulos posibles permiten a Varini sentir que es móvil, poner sus obras pintadas y fotográficas «en movimiento”. No debemos pasar por alto la función de la fotografía, para Varini, como documento, sin duda parcial, pero capaz de estar disponible incluso después de que el acontecimiento que documenta haya terminado. La colaboración con fotógrafos permite que las imágenes de la obra del artista circulen, a través de publicaciones. Sus fotos, como diría Daniel Buren, “dan testimonio de la aparición de la obraen una situación determinada. La obra site-specific, que hace del tiempo y el lugar de su exposición parte de su propia razón de ser, también implica este tipo de discurso, relacionado con el estatus y la existencia de la obra”. En el trabajo del artista existe, igualmente, una intensa relación con la teoría de la perspectiva fenomenológica desarrollada por el filósofo Maurice Merleau-Ponty, en donde la percepción no es simplemente la imagen especular de las cosas sino la visión suspendida al movimiento. No se trata sólo del espacio representado sino de la capacidad de explorar lo espacial como experiencia de percepción, mediante la participación activa del espectador. Aquí es donde se revela la verdadera calidad de la obra de Felice Varini y es precisamente, por esta razón, por la que sus espacios pictóricos tienen un impacto tan fuerte en el espectador que experimenta sobre todo una cosa, una intensificación de su conciencia de la existencia en el espacio. Varini exige lo más difícil de si mismo y de su espectador: soportar la incertidumbre sin red de seguridad, sin creer en la apariencia de las líneas de conexión, aunque estén grabadas en piedra.
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Albarrán Bourdais se complace en anunciar la inauguración, el próximo 6 de julio, de su nueva galería en Mahón, Menorca. El espacio, localizado en una gran casa señorial frente al Teatro Principal de Mahón, abrirá sus puertas con una gran exposición dedicada al artista suizo Felice Varini.

El proyecto surge como continuación a la labor iniciada hace 20 años por Eva Albarrán y Christian Bourdais de acercar el arte contemporáneo y la arquitectura a la sociedad. Ofreciendo a los artistas las mejores posibilidades de experimentación y de exposición, buscando ampliar la experiencia del espectador mostrando arte contemporáneo en espacios más allá del cubo blanco.

Celebrado como uno de los pioneros en el estudio de la geometría y el color, el artista suizo Felice Varini trabaja sobre el espacio y la arquitectura a través de la percepción, con un estilo desarrollado a finales de los años 70 influenciado por las creaciones in situ de Daniel Buren y los grandes dibujos murales de Sol LeWitt.

Para sus obras, el artista utiliza como lienzo espacios arquitectónicos y urbanos como calles, edificios y monumentos públicos tanto en interiores como exteriores, estableciendo un diálogo permanente entre el lugar de su creación y su percepción.

De repente nos encontramos en un mundo sin horizonte ya que el regreso de Varini a la pintura se produjo con el beneficio de esta experiencia. Sintiéndose limitado por el formato y la superficie plana del lienzo, comenzó a buscar el campo de acción ideal, orientando su búsqueda hacia el espacio arquitectónico y los paisajes urbanos. Buscan- do un enfoque Óptico y Cinético, la multitud de ángulos posibles permiten a Varini sentir que es móvil, poner sus obras pintadas y fotográficas «en movimiento”.

No debemos pasar por alto la función de la fotografía, para Varini, como documento, sin duda parcial, pero capaz de estar disponible incluso después de que el acontecimiento que documenta haya terminado. La colaboración con fotógrafos permite que las imágenes de la obra del artista circulen, a través de publicaciones. Sus fotos, como diría Daniel Buren, “dan testimonio de la aparición de la obraen una situación determinada. La obra site-specific, que hace del tiempo y el lugar de su exposición parte de su propia razón de ser, también implica este tipo de discurso, relacionado con el estatus y la existencia de la obra”.

En el trabajo del artista existe, igualmente, una intensa relación con la teoría de la perspectiva fenomenológica desarrollada por el filósofo Maurice Merleau-Ponty, en donde la percepción no es simplemente la imagen especular de las cosas sino la visión suspendida al movimiento. No se trata sólo del espacio representado sino de la capacidad de explorar lo espacial como experiencia de percepción, mediante la participación activa del espectador.

Aquí es donde se revela la verdadera calidad de la obra de Felice Varini y es precisamente, por esta razón, por la que sus espacios pictóricos tienen un impacto tan fuerte en el espectador que experimenta sobre todo una cosa, una intensificación de su conciencia de la existencia en el espacio. Varini exige lo más difícil de si mismo y de su espectador: soportar la incertidumbre sin red de seguridad, sin creer en la apariencia de las líneas de conexión, aunque estén grabadas en piedra.

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